UNA LOCURA...-- CAPÍTULO 25º






                                                                                                                   


                                                                                                                                                 



                          






                                                                                               FOTOS
Estas cuatro fotografías corresponden a algunas de las pesqueras que hice con mi primera neumática; como más adelante os relato, no era yo el que decidía ir a pescar, sino que era el motor cuando le daba `` la real gana´´ de arrancar. La mitad de las veces me dejó en tierra y, de las que pude salir, un gran número de días tuve que regresar a remo.
El mero que véis en la caja fue el estreno de la zodiac; lo capturé por fuera de los arrecifes de la Isla de las Palomas, frente a la ``Caña´´ del Peral; este mismo día comienza la odisea entre el Jonhnson y yo: para el regreso fue imposible ponerlo en marcha y ahí nos tiene remando, al botero y a mí, hasta la playa de Getares; menos mal que hacía un poniente suave que nos ayudó hasta el Faro de Punta Carnero; en la bahía, calma chicha, lo que no impidió que llegásemos a la playa con más callos en las manos que un minero. Con la zodiac comencé a salir solo como pescador y acompañado de alguna amistad de la playa que hacía las veces de botero; a partir de esta primera aventura noté que muchos empezaban a ponerme excusas para venir; los compañeros de pesca no querían ver el bote ni en pintura...
La segunda foto corresponde a la mejor pesquera que hice con esta neumática; fue un día ``redondo´´: motor que se pone en marcha a la primera, no me da un susto en toda la jornada, el estrecho como un plato y el agua como un cristal; yo, viendo el comportamiento de mi ``enemigo´´, estuve muy relajado y pensando sólo en pescar; si os digo la verdad, con la zodiac, mi rendimiento bajaba mucho pues me pasaba el día cavilando en lo que pasaría al regreso; hasta tal punto me hizo precavido el ``puñetero´´ motor que nunca pasé de la punta de la Torre de los Canutos con dicha embarcación; este fue uno de los motivos  para venderla al poco tiempo; en aquellos años el Estrecho estaba muchísimo menos frecuentado que en la actualidad, no existían móviles ni creo que Salvamento Marítimo..., al atardecer era lo normal que no divisases un bote: si tenías algún percance y caía la noche, ya sabes lo que te esperaba; pero volvamos a la pesca: ese día la zona fue desde la Punta del Chorlito hasta los alrededores de la Isla de las Palomas; el mero del centro es de la Ballenera puesto que, al regreso, quise mirar dos o tres piedras conocidas en ese lugar. Os pongo en conocimiento que la calidad de las fotos en color no es nada buena, como comprobaréis, ya que he tenido que hacer las copias sin poderlas desmontar del cuadro pues  el señor de la marquetería no tuvo otra idea que pegarlas al tablero: también pienso que el carrete no sería nada bueno.
La foto tercera, la de los meros en el ``capacho´´, la hice en casa usando como flash una bombilla: ya sé que no es un dechado de perfección pero le tengo un gran cariño pues fue la última vez que salí con dicha neumática; estuve pescando en San García y en el centro de Getares.
Los dos meros de la cuarta foto son de la Ballenera y del Timoncillo; el mero grande, el ``burro´´, me dio la mortal para sacarlo y el detalle del plumero ya sabéis para lo que es....

  
                                                                                          UNA   LOCURA
Los tres ciclos de quimioterapia los ha soportado mi organismo muy bien; durante el mes de diciembre me harán distintas pruebas para ver si me pueden operar.
Pero vamos a lo que nos interesa: creo que a mis neuronas las he recargado muy bien, con carga muy positiva, para seguir estos relatos.
Titulo el presente episodio como ``una locura´´ ya que en verdad hay que estar muy loco, divina locura, para actuar como lo hice o..., ¡estar totalmente ``pirado´´por la pesca submarina! Siguiendo la lectura  creo que lo llegaréis a comprender y podréis sacar vuestras propias conclusiones. Empezamos:
En el año 1971 nos casamos Idita y yo; como os he dicho en capítulos anteriores, estuvimos viviendo más de veinte años junto a la playa del Rinconcillo; he de informaros que el bloque de viviendas no tenía ascensor y el piso era un segundo pero, en verdad, para subir escaleras correspondía a un tercero; no tengo la menor duda que más adelante os daréis cuenta de la importancia que tiene todo esto en relación con el título de la presente narración.
Algunos meses después de tan señalada fecha tuve conocimiento de que  alguien tenía una neumática que quería vender; pronto encontré al dueño y me llevó a verla: estaba apoyada sobre una pared, inflada, reposando en unas cámaras de coche, grande, inmensa, descomunal, enorme..., ¡¡ preciosa !!  En aquellos años este tipo de bote no era muy conocido en mi ciudad, más bien era algo raro. Quedé totalmente prendado ante lo que veían mis ojos; sin pensarlo dos veces, sin encomendarme ni a Dios ni al diablo, la compré: me costó la nada despreciable cifra, en aquella época, de ¡¡¡ diez mil pesetas !!!..., comparado con los precios de hoy día parecerá una bicoca, pero hace cuarenta y tantos años era una cantidad considerable. Creo recordar que era una Zodiac y, si la memoria no me falla, el modelo era Gran Raid-Mark III; su suelo era de tablero marino desmontable, medía unos cuatro metros y pico y su peso sería de ochenta o noventa kilos; como no tenía coche tuve que alquilar un motocarro para llevarla al Rinconcillo y, ¡¡ menudo panorama !!: ahí me tenéis en la entrada del bloque, con una neumática desmontada, tres rellanos más arriba mi vivienda y, a mis pies, casi cien kilos ``en canal´´... Pienso que desde ese mismo instante comienza una relación, no muy venturosa, entre la embarcación y yo. ¿ Para qué contaros la odisea de subirla hasta el tercer descansillo ? Algunas almas caritativas se apiadaron de mí... Pero aquí no terminan los problemas, más bien empiezan: ¿dónde guardo la zodiac en el piso?; era una pregunta que, en mi inconsciencia, no me había planteado y que, en dicho momento, no sabía responder. Pensemos ahora en la recién casada: piso nuevo, muebles nuevos, ilusión total y ¡¡ el cataclismo que se le venía encima !! Cuando le dije que si podía guardarla, de forma provisional, en el comedor de los ``días de fiesta´´,  que era la habitación que menos se usaba, retorcido y sibilino razonamiento con el que quise convencerla, os lo juro, que no me puso el menor inconveniente: os he comentado varias veces, en capítulos anteriores, que siempre ha estado de mi parte y que, a pesar de su casi fobia por el mar, nunca puso la más mínima objeción respecto a mi deporte, al contrario, siempre me animó; ahí nos tenéis arrinconando mesa y sillas para hacerle sitio a la ``joya de la corona´´.
Bien, ya tengo la embarcación pero, para ir a pescar necesito algo más que los remos que trae, por cierto que fueron esenciales en muchas ocasiones para poder regresar a tierra, por lo que tenía que pensar en adquirir un motor. Compré un Jonhnson de 20 HP: si mi relación con la zodiac no fue muy buena, con éste, con el fueraborda, el divorcio fue total hasta tal punto que muy pronto estuve de nuevo pescando desde la costa; escalera arriba de nuevo y el motor al ``comedor de los días de fiesta´´; un carpintero me hizo un ``caballete´´, que también pasó a ``adornar´´ la habitación, y servía para sujetar el motor; en la casa había un perenne e indescriptible olor mezcla de goma y gasolina... Y me encuentro con otro problema: aunque la casa estaba relativamente cerca de la playa, para transportar la neumática necesito un remolque ``a mano´´; para acabar de arreglar el panorama, el mecánico, con menos luces que un murciélago, me puso las ruedas del remolque en un extremo, por esto el esfuerzo que tenía que hacer para levantar todo y moverlo era descomunal.
Todo no iban a ser desdichas: pronto encontré un local donde guardar todos `` mis tesoros´´; el comedor pasó a desempeñar su destino normal y los olores desaparecieron de la casa; pero cuando, con toda la ilusión del mundo inflé la zodiac, aparecieron nuevos problemas; ya sabéis que era de segunda mano, sinceramente ante mi ceguera por adquirirla, no me preocupé, ni mucho ni poco, de su procedencia: tenía más poros que el cedazo de un buscador de pepitas de oro...; resumiendo, en pocos días me hice un verdadero especialista en poner parches.
Hablar del motor es otra historia; fue un antagonismo total, no logro comprender las profundas diferencias entre él y mi persona: o no arrancaba y me dejaba tirado, o se paraba cuando iba navegando, o me hacía volver remando... Muy pronto me aburrí y me deshice de ella antes del año y pico, la vendí y volví a pescar desde la costa como siempre. Pero no os podéis imaginar, ¡¡con la ilusión con que la compré!! , la venganza que me tenía preparada con el transcurso de un par de años; os lo voy a contar: un día nos invitaron a Pepe ``el moro´´, a Manolo Rodríguez, alias ``el sordo´´, este compañero aparece por primera vez, y al que escribe a ir de pesca en una neumática; mi sorpresa fue mayúscula al encontrarme con mi antigua embarcación: ¡¡no me lo podía creer!!; no le dije ni una palabra a su actual dueño pero, si os digo la verdad, embarqué con cierto recelo pensando en que algo insólito iba a suceder; estábamos en pleno mes de agosto, calor sofocante, el Estrecho como un espejo, lugar elegido de pesca: la zona entre el Castillo del Tolmo y el cuartel de Arenilla, franja de la costa, por lo menos en aquella época, riquísima en variedad de posibles capturas; llegados al lugar y fondeado el barco, cada uno salió disparado, como suele ocurrir, hacia sus ``querencias´´; hicimos una gran pesquera y fui el primero en regresar a la zódiac; subí a bordo, me quité el equipo y me senté sobre un torpedo para esperar al resto del grupo; al cabo de un rato sentí una gran explosión y, sin saber cómo, me vi en el agua; aturdido, sin saber lo que había ocurrido, chapoteando, me di una purga de agua salada que he tenido limpio el estómago hasta hoy día...; lo primero que se me ocurrió pensar es que alguien había disparado desde la costa; al agarrarme a la neumática vi el torpedo rajado a todo lo largo: cuando me tranquilicé pensé que con el calor, los años que tenía, el hecho de no tener válvulas de seguridad..., había provocado el reventón; esa fue su postrera represalia después de las muchas vicisitudes que me había hecho pasar años antes.  ¿Para qué contaros cómo fue el retorno?: podéis echar al vuelo vuestra imaginación y, por mucha creatividad que tengáis, siempre os quedaréis cortos...
Paso a narraros una de las muchas aventuras que me hizo vivir:
                                        
      
  






                                           














Estas dos fotos son actuales; en la primera os muestro dónde se inició esta aventura; corresponde a los arrecifes del Campo de Golf lugar que escogí para ir a pescar dicho día; en aquella época era raro ver esos barcos anclados en la Bahía, por lo tanto están sobrando ahí; como era un día brumoso no se ve en la foto a Gibraltar.
Pero empecemos por el principio: aquel día me acompañaban dos buenos amigos; uno, Domingo Román, bellísima persona, pero no muy ducho en técnicas marinas y el otro José Alegre, en este tiempo pertenecía a la Orden Trinitaria, en la actualidad felizmente casado y gran amante de la pesca con caña o chambel; si ampliáis la foto veréis, en su parte derecha, tres o cuatro botes, lugar donde aproximadamente eché el ancla; normalmente, el día que iba sólo a bucear, no tenía por costumbre anclar el bote pues el botero estaba pendiente de mis indicaciones; es un buen lugar para  la pesca desde una embarcación como lo corrobora el hecho de que en la actualidad, lo véis en la fotografía, van a pescar a pesar de la contaminación. Tres factores van a intervenir en los hechos posteriores: el motor, el ancla y el viento de poniente que comenzó a soplar.
Me tiré al agua y comencé a pescar; no caí en el hecho, por falta de  costumbre, de que la zodiac estaba fondeada; al cabo de un rato arponeé un mero y tuve que necesitar el cocle: fui a llamar pero no vi el bote por ningún lado; en esto había comenzado a soplar viento de poniente que, en esta zona, es de tierra a mar; dándole a las aletas y sacando medio cuerpo fuera del agua  localicé la zodiac allá a lo lejos; cogí el fusil, dejé el arpón y el mero y ponte a nadar; a medida que subía el sol el viento arreciaba y, la zodiac, cual colchoneta, se alejaba más y yo, con los nervios, me iba cansando; menos mal que tuvieron la idea de ponerse a remar en contra del viento y, aunque no avanzaban nada, frenaron su singladura; muy cerca de la Mar de Isidro logré alcanzarla: extenuado, casi sin poder respirar, tuvieron que ayudarme para poder subir a bordo; la verdad es que me di cuenta ese día de la porquería de ancla que llevaba.
Las horas transcurrían y el motor no quería arrancar: cambié las bujías, las limpié pero nada de nada; ningún barco a la vista que nos pudiera auxiliar. En aquellos años sólo había dos buques de la Transmediterránea que unían Algeciras con Marruecos: el Virgen de Africa y el Victoria; en distintos momentos los dos pasaron muy cerca nuestra pues, a esa altura del día, ya estábamos en la mitad de la Bahía; muchos de los viajeros, al hacer buen tiempo, estaban en cubierta y, viendo las señas que les hacíamos, creían que les decíamos adiós, por lo que nos contestaban de la misma manera con el consiguiente ``mosqueo´´ por parte nuestra...
Con la caída de la tarde ya me veía enfilando Punta Europa en dirección al Mediterráneo o, lo menos peligroso, embarrancando en Gibraltar...
En estos momentos Domingo estaba bastante nervioso y no se le ocurre otra cosa que decirle a José : vamos a rezar un padrenuestro..., José, con la cachaza, con la calma y parsimonia del buen leonés, liando un cigarro, lo mira y contesta: Domingo, calla y rema..., momento que ha quedado grabado en mi mente y no he podido olvidar.
Con las últimas luces del día llegó nuestra salvación: a lo lejos vimos una traiña que venía en nuestra dirección; tomé un remo le até una camisa y me puse a hacer señas: pronto cambió el rumbo y se dirigió hacia nosotros. Todos los demás detalles los tengo presente en mi mente como si fuera hoy mismo: la subida de los tres a la traiña, el atar la zodiac a la popa, el nombre del patrón, Francisco Solivelles, el nombre del barco, nunca más apropiado: El Inesperado; el patrón iba solo y se dirigía a Ceuta para recoger a la tripulación y comenzar la noche de pesca; nos llevó hasta la misma playa del Rinconcillo perdiendo la ``hora prima´´ que son los primeros lances de la noche. Creo que no hace falta añadir nada más.....
La segunda foto está tomada desde la Ballenera: ¡¡qué bonita es mi Bahía de Algeciras!! ; quitemos esa cantidad de barcos que constantemente la están contaminando, por cierto que este día no había muchos, quitemos las mejilloneras y queda una maravilla... Vemos a Gibraltar con su típica ``montera´´ pues soplaba el viento de levante.
Bueno, el martes 18 marcho de nuevo a Sevilla a la consulta del cirujano que me dirá si me puede operar: ojalá sea así; la doctora oncóloga me ha dicho que, si es posible, la intervención sería a principio de enero.
Espero, si Dios quiere, estar a partir de la segunda mitad de dicho mes de nuevo con todos ustedes.

                                                       Hasta el próximo capítulo 
                   Pinchar en las fotos inferiores para ampliarlas.