AFORTUNADO--- CAPÍTULO 9º



                                                                                                       






                                                                                    

                         
            AFORTUNADO 

Cuando me propuse escribir estas líneas, estas memorias de pesca submarina, busqué algún motivo, alguna razón, que me determinase a  hacerlo; pronto encontré la respuesta: mi etapa como deportista estaba llegando a su final. Pero hay algo que, mientras esté en el mundo, ni el tiempo ni el devenir de los años podrán robarme: los recuerdos; algunos afirman que recordar es volver a vivir, es completamente cierto, y yo lo estoy haciendo de forma intensa; aquí sentado voy reviviendo las inmersiones mas fabulosas de mi existencia.
En la actualidad cuando, en reuniones del ``único tema´´, algunos conocidos y amigos, por supuesto bastante más jóvenes que yo, me dicen con cierto retintín que en aquellos años había mucha pesca, le contesto con la misma guasa, vamos con coña marinera, que sí, que había peces hasta en el barreño de casa, el cuarto de ducha y la bañera son posteriores. 
Descarté por aburrido, por pesado, por rutinario, expresiones como: subí, bajé, arponeé, vi, saqué..., ya que no habría escrito cinco renglones seguidos y vosotros no hubieseis leído ni dos, si es que habéis llegado a hacerlo. Hago esto para intentar daros a conocer como eran las circunstancias que rodeaban a nuestro deporte hace más de cincuenta años.
Este capítulo lleva el título de ``afortunado´´; os voy a decir el motivo de haberle dado ese nombre: me siento afortunado por lo que viví, por lo que conocí, por lo que vieron mis ojos, en un palabra, por todo lo que me ha dado dicho deporte.
Me siento afortunado por haber conocido los fondos de nuestra Bahía en aquella época; permitirme que haga un inciso: muchas veces me paraba a pensar viendo un fondo marino, una cueva, un arrecife, si sería la primera vez que unos ojos humanos los observaban; este pensamiento me emocionaba e incluso hoy día lo sigue haciendo. Continúo con lo de afortunado:
Nuestra Bahía era un vergel, un jardín, un prado submarino lleno de flora y fauna; cuando llegaba la primavera, también el mar se rige por las leyes de las estaciones, las algas, las laminarias, las posidonias, la broza, la cubrían por completo; hasta tal punto que, en dichos meses, dificultaban mucho la práctica de la pesca submarina; algunas de estas especies vegetales podían alcanzar los tres o cuatro metros de altura enterrando bajo ellas los arrecifes y la explosión de vida que allí proliferaba. En aquel tiempo, en todo el arco de la Bahía, no se encontraba instalada ni una sola industria; que quede bien claro que no estoy en contra del progreso, sería absurdo por mi parte, pero sí en contra de la contaminación que ha traído consigo; la Bahía de Algeciras era un edén exuberante, en cualquier lugar donde hundieses la cabeza, os lo aseguro,  veías un estallido de fuerza vital; el agua era un cristal y tu mirada se perdía en las profundidades sin partículas en suspensión que te lo impidiese; el vigor de la vida marina se extendía desde la superficie hasta el fondo. Os voy a poner algunos ejemplos:
En El Rinconcillo, frente al hotel Bahía ( Juan Benítez, cómo se añora aquellos brindis navideños), o frente al chiringuito de mi amigo Bernardo, cuando tenía todo el encanto de los helechos, cañas y madera, al llegar los últimos días de septiembre, podías coger todas las centollas que quisieras; no os puedo explicar la causa de esas ``camás´´ de cientos, de miles de centollas en semejante lugar; en esta playa, en unos siete u ocho metros, descubrí los restos de una barcaza que un temporal de levante había arrastrado desde Gibraltar: fue mi despensa de meros, borriquetes, abadejos..., durante bastante tiempo ya que he vivido en dicha playa durante más de veinte años; lo mismo puedo decir de la playa de la Concha: por fuera de las piedras que se ven, en unos cinco o seis metros, había unas rocas que nunca fallaban; de vez en cuando le solía decir a la familia, y os lo cuento sin ninguna vanidad, voy a ir a la ``pescadería´´ pues mañana toca pescado fresco..., casi siempre acerté.   
El trayecto que va hasta los arrecifes situados debajo del antiguo cementerio, era conocido por su riqueza en cañadillas, nécoras, centollas, cangrejos... Estos arrecifes, perpendiculares a la costa, eran riquísimos en doradas y lubinas. La carretera del paseo marítimo lindaba con el mar y pueden dar fe los parroquianos de todo lo que allí se pescaba.
Si esta abundancia se daba en los lugares que os he citado, ¿ podéis imaginar lo que sería la Isla Verde, el Campo de Golf, el Boquete de los Bodiones, San García, Getares, la Aguadilla, la Ballenera, el Timoncillo, y el Faro de Punta Carnero ? : eran un oasis, un paraíso, el cielo, el olimpo... Un cielo que empezó a languidecer, que empezó a nublarse con  las nubes de la contaminación, a partir de la década de los ochenta...

                                                                                                              Fotos 
En este capítulo he querido resaltar las excelencias de nuestra Bahía en aquellos tiempos; para ello, aparte de mis palabras, os presento cuatro fotos que no creo que necesiten comentarios: tienen en común que dichas pesqueras están hechas en el interior de la Bahía; la primera y la cuarta son del mismo día en el Timoncillo y barras colindantes; la segunda en los arrecifes cercanos al Faro, pesqueros muy próximos a los anteriores; la tercera, amigo Felipe esta vez  por poco te dejo sin cabeza, es en San García. Habréis observado que un porcentaje muy grande de días de pesca lo hacíamos del Faro hacia el interior; las razones son obvias: su cercanía y la abundancia de peces.
Siempre he pescado con fusiles de gomas: fijaros, en la primera foto, en la pieza que le añadí para que tuviese cuatro.

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MI PRIMER FUSIL-- CAPÍTULO 8º





                                                                                                     



















MI PRIMER FUSIL
Pero, ¡ qué pronto llega octubre !. De nuevo a Ronda, de nuevo los estudios, de nuevo el cálculo de los segundos que faltan para volver, de nuevo las notas y de nuevo la petición de un regalo por mi cumpleaños: un fusil submarino. Desde ese momento en mi casa se incrementa el consumo de tila gracias a mi madre y mi padre comienza a ser un compulsivo consumidor de café por lo de las siestas. El primer fusil que  tuve en mis manos no fue el que me regalaron mis padres; quiero explicaros cómo era pues no he vuelto a ver uno igual y, después de tantos años, sigue llamando mi atención. Subiendo el Secano, principal vía de acceso a la Algeciras de aquella época, donde está la actual urbanización Villa Palma, existía una extensa finca con dicho nombre; era una preciosa mansión rodeada, más que por un jardín, por un frondoso parque. Los dueños, creo que eran de ascendencia inglesa o gibraltareña, tenían un hijo de mi edad; no sé como nos conocimos pero, de vez en cuando, iba a jugar con él. Tres cosas no he olvidado de aquellos ratos de juegos : primero, una gran habitación totalmente ocupada por un monumental tren eléctrico; segundo, un inmenso cuarto de juguetes donde podías encontrar lo inimaginable, era una familia con recursos; tercero, lo que vi entre los cientos de juguetes: ¡un fusil submarino! ¡Cómo me tembló el cuerpo cuando lo tuve en mis manos!. Os lo describo puesto que, como ya os he comentado, era un tanto peculiar: en la cabeza del fusil, en el sitio donde está la pieza para enroscar las gomas, llevaba  unas pequeñas poleas; por sus ranuras pasaban dichas tirantas que iban a fijarse en la parte delantera de un tubo abatible inferior; cargabas el fusil como se hace normalmente y luego llevabas el mencionado tubo hacia la parte posterior; se abatía casi sin esfuerzo pero la potencia que adquirían las gomas era bestial y la fuerza del disparo descomunal. Sólo disparé una vez con dicho fusil, fue en el jardín y, cuando años después cortaron la palmera  que arponeé, aún tenía en su tronco el trozo de arpón.
Comparado con el anterior, que yo lo equiparaba con el cañón de un panzer, mi regalo me pareció un tirachinas: medía menos de dos cuartas, las gomas habían pasado hambre y el arpón era un tridente; me quedaba el íntimo orgullo de que en algo me asemejaba a Neptuno: en eso, en lo del tridente.
Como os he comentado, mi nueva meta era ir a los pelotes de Punta Rodeo; hay, mejor dicho había, un buen trecho desde la playa hasta dichas piedras; cuando se lo dije a mi progenitor vi algo extraño en su mirada, pero al final cedió.
Imagen imperecedera: mi padre sentado en una piedra a pleno sol, una toalla sobre la cabeza y hombros, encima el sombrero de palma y recuperando sueño... Mientras, yo iba a descubrir un mundo nuevo para mí lleno de vida: doncellas, cabozos, rascacios, salemas, lisas, sargos, pequeñas lubinas..., lo que más me impresionó fue la transparencia del agua, no me refiero en profundidad pues escasamente había un metro, sino en horizontal pues creí  ver hasta el infinito.
Ese día hice mi primera captura como pescador submarino: con mi ``tirachinas´´acerté a darle a un pez que, durante más o menos una hora, se llamó lubina. Sería una estampa surrealista el verme corriendo por las piedras con las aletas y las gafas puestas, respirando por el tubo, chorreando y gritando como un demente..., pero la otra imagen, la del  despertar de mi padre, con un loco dándole voces, poniéndole empapado, junto a sus ojos un pez pegándole coletazos y yo que casi le pincho con el tridente..., ese momento también hubiese sido digno de verse. Dicho día conquisté mi primer trofeo pero fue el último en el que tuve como acompañante a mi padre; me dijo que él no estaba para semejantes  sustos, que  yo era ``ya´´ mayor, que me buscase unos compañeros que estuviesen tan ``gallaretas´´,(gallareta: ``piropo´´ muy típico de aquella época) y que había que andar mucho para llegar a las piedras. Tengo la impresión de que la  falta de descanso, el susto y las posibles caminatas, pudieron más que el amor paterno. Cuando llegamos al chiringuito de la playa, recuerdo que se llamaba el Cuco y estaba situado frente a la piedra ``morena´´, el trofeo cambió de nombre: de lubina pasó a ser lisa. Pero yo seguí siendo igual de feliz. 

                                                                                                   Fotos
La primera nos presenta una pesca hecha en el arrecife del puente de la Aguadilla; en esa ensenada fondean hoy día muchas embarcaciones  que van a pasar la jornada a la playa de Getares. 
En la segunda nos vamos de nuevo a un pesquero que visitábamos a menudo: el trayecto que va desde las Azofeas hasta la piedra de las Palomas; era un día de pesca muy entretenido pues descansábamos en dicha isla, y reponíamos energía con los alimentos que llevábamos en la boya ( por cierto que a mí me dio por tomar un preparado, no sé si existe hoy día, llamado glucodulco; alguien me había hablado muy bien de él: que da muchas energías, que te pones fuerte..., como podéis apreciar en las fotos, conmigo no tuvo mucho éxito; pensándolo despacio puede que su efecto fuese retardado pues, con los años, comencé a emular a Oliver  Hardy. )
A la tercera foto le profeso un gran cariño: no es por el buen mero, tampoco es, cosa extraña en mi colección de fotos, por verme en el agua, creo que es la única que tengo de esta forma, es por la persona que la hizo y con la que pasé momentos inolvidables en el mar; en la época que íbamos de pesca yo tendría, más o menos, veinte años y, el viejo lobo de mar, Enrique, pasaba de los setenta.  En uno de los siguientes capítulos intentaré describir dichas evocaciones. 

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                                                                    Hasta el próximo.

ALETA, CARETA,TUBO-- CAPÍTULO 7º



                                                                                         










                                                                                   ALETA, CARETA, TUBO.


Los comienzos de curso eran un tormento para mí pues suponían el alejamiento de Algeciras. Llegué a calcular los segundos que faltaban para regresar. Ese año las notas no fueron malas y, como regalo por mi duodécimo cumpleaños, pedí unas aletas, una careta y un tubo. Me imagino que habría cónclave familiar, pero al final hubo fumata  blanca.  Desde ese momento las glándulas lagrimales de mi madre comenzaron a funcionar a destajo y mi padre a padecer de sueño. Como es lógico, la persona que me llevaba a la playa era mi padre, a mi madre le hubiese dado un soponcio si me ve nadando con aquellos ``artefactos´´, como ella decía; al afirmar que mi padre ``comenzó a padecer de sueño´´ me estoy refiriendo que, debido al negocio del bar, sólo tenía libre la hora de la siesta; me podéis decir que con ``doce añitos´´..., pero os aseguro que la vida a mitad del siglo pasado era totalmente distinta a la de hoy día; en la actualidad los niños nacen sabiendo hasta el número del pasaporte; la verdad es que ya quedaba poco tiempo para ``independizarme´´ debido a un suceso que más adelante os contaré.
En un principio me llevaba a la playa El Chorruelo situada en los aledaños del hotel Cristina; debido a su cercanía y a sus aguas tranquilas, estaba protegida por el ramal sur del rompeolas, era muy apreciada por los algecireños. Vienen a mi memoria algunos recuerdos y estampas entrañables: la piedra  ``morena ´´, primera meta de los que empezábamos a nadar, la segunda era llegar al rompeolas, ¡ toda una hazaña ¡; si lo lograbas ya pertenecías al clan de los `elegidos´; las pateras del ``Ché´´ que nos las alquilaba por unos reales la hora; por cierto, que años después, a mí me ponía un precio especial al alza pues decía que le sacaba bastante rédito a mi deporte; no puedo dejar de nombrar las cinco o seis casetas desvencijadas y la ducha: un bidón con agua dulce, un trozo de tubería de goma y una regadera que llevaba atada una cuerda de la que tirabas para ducharte; entre las casetas y la playa  pasaba el tren de las vagonetas que traía piedras de las canteras para las obras del relleno de la Isla Verde: poco a poco el estrecho puente iría desapareciendo, quedando separadas las aguas del puerto de las de la playa. El tren era pequeño, como el de una mina, e iba muy despacio; la chiquillería nos enganchábamos al convoy, a su paso por la playa, con el consiguiente sofocón del paciente maquinista... Fue con doce años cuando comencé las primeras lecciones prácticas: nadar con aletas, respirar por el tubo y ver el fondo del mar a través del cristal de la careta, ¡ menudos sustos ¡, un simple camarón me parecía un bogavante enorme , un cabozo un terrible monstruo... Sinceramente no me costaba trabajo llegar al rompeolas pero lo hacía con trampa: nadaba con las aletas, careta y tubo; os aseguro que sin el ``equipo´´ no soy capaz de hacer el largo de una piscina.
Pronto el fondo arenoso de la playa empezó a resultarme monótono y comencé a buscar nuevos lugares que conocer; allá a la derecha, frente al rompeolas, debajo del campo de golf, en la llamada Punta Rodeo, se divisaban unas rocas que para mí eran ``enormes´´´..., nosotros las llamábamos `` los pelotes ´´. 

                                                                                                                Fotos
La panorámica de la primera fotografía corresponde a una pesquera hecha desde los arrecifes de la Azofeas hasta la piedra de las Palomas; también se ve el fusil de aire de Felipe, modelo ``corbeta´´ de la casa Nemrod, creo que dicha marca ya no existe por lo que no estoy haciendo propaganda; mis aletas parecen de juguete comparadas con las de hoy día; como todos tenemos ``dos dedos´´ de frente, sabemos perfectamente los motivos de ponerlos ahí..., al igual que el día de mi pie.
La segunda la hice yo, la verdad que no está muy mal, y no tengo culpa del color sepia que le dio el ``foti´´; aunque, mirándolo bien, le da cierto aire de añoranza. Muestra las capturas hechas entre la Torre de los Canutos y Calafate; la persona situada detrás es el costero, que era quién llevaba todo lo necesario a los cuarteles de la guardia civil situados en la costa: cañada del Peral, Tolmo, Arenillas, Punta Oliveros... En dichos cuarteles vivían, junto con sus familias, los miembros de la Benemérita allí destinados. Siempre he pensado que era un destino muy duro; no quiero imaginar una guardia, en una de aquellas garitas, en pleno invierno y con el levante o el vendaval ``cabreado´´; si penoso era para ellos, imaginad lo que sería para sus familias el vivir totalmente aislados. Como es lógico, el medio de transporte por aquellas infernales veredas y trochas eran los mulos o caballos; una vez que el costero había hecho el reparto, de regreso, como los animales venían sin carga, nos traía la pesca.
En la tercera tenemos una sonrisa de oreja a oreja: no es para menos con lo que vemos a los pies... Fue en Arenillas, en los arrecifes del puntazo en dirección al levante; otro pesquero, por lo menos en aquellos años, de fábula. 

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VACACIONES--- CAPÍTULO 6º















VACACIONES
Estuve ocho años en el internado; guardo un grato recuerdo de mi estancia en él, pero no podéis sospechar cuánto deseaba la llegada de las vacaciones para poder estar en mi Algeciras y que su olor impregnase mi piel: el mar ya estaba penetrando  por todos sus poros.  
En las vacaciones de verano del cincuenta y tres fue cuando se produjo la  revelación total , la definitiva ``coincidencia´´. Ya os he dicho como olía mi pueblo, pero en el estío también se perfumaba con  aroma a dama de noche y a jazmín. Puede que la razón de ello estuviese en los cines de verano; parecerá absurda mi afirmación pero os la explico; ironías de la vida: hoy día sin un cine y en aquellos tiempos teníamos trece o catorce. Era un verdadero placer sentarse, al frescor del anochecer, en una de aquellas sillas de madera, no muy cómodas por cierto, y embriagarse con el perfume de las plantas que cubrían sus muros; después de estar allí un par de horas, es posible que al salir, mi mente extendiese dicha fragancia a todo el exterior. Y la tercera ``coincidencia´´ ocurrió en un cine, en el cine Sevilla; tal como indica su nombre estaba situado en dicha calle, en el espacio que ocupa la actual plaza Neda; además del célebre ``no-do´´ solían poner, antes de las películas, unos documentales con el nombre genérico de Imágenes, de contenido distinto al primero. No recuerdo el título de la película de aquella noche, pero lo que quedó grabado en mis retinas para siempre fueron los tres o cuatro minutos que vi en Imágenes: unos buceadores respirando bajo agua, celebrando la navidad con el correspondiente árbol sumergido y las bombillas ¡¡encendidas¡¡. También se vieron algunos peces y, no lo olvido, una langosta. La impresión que causó en mí dicho documental fue tal que hizo que el mar pasase a ser unos de los motivos de mi existencia.

                                                                                                Fotos
La primera nos muestra unas capturas hechas entre el Faro Punta Carnero y las Azofeas y de adorno mi pie: os imaginaréis el porqué de ponerlo ahí. En la segunda foto tenemos otra obra de arte: el ``retratista´´ no sólo nos corta la ``ristra´´ de meros, meritos  tomateros,  sino que, lo que es más grave, deja a mi compañero Reguera sin cuerpo...  No se puede negar  el impresionante ``palmito de gimnasio´´ que luzco. En la tercera, aunque el  que hizo la foto ``logró´´ que se nos viese a los tres, tenía que hacer su gracia y la desenfocó.

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                                                                    Hasta el próximo.                                                        

PRIMEROS AÑOS--- CAPÍTULO 5º






  

                                                                          


PRIMEROS  AÑOS
Como os dije en el capítulo anterior, en los terrenos que ocupa la actual parroquia de la Virgen del Carmen, estaba situado el colegio salesiano de San Ramón; en él estudié hasta hacer el ingreso, que era el examen que había que aprobar para iniciar el bachiller.
Y es hora de contar la segunda ``coincidencia´´ que hizo despertar en mí el amor por este deporte. Con diez años me mandaron a Ronda para estudiar como interno en el Colegio salesiano del Sagrado Corazón de Jesús, más conocido por el Castillo. Dentro del horario escolar había una hora de estudio libre en la que, si querías,  podías ir a la biblioteca; imaginad los libros: clásicos españoles, autores griegos y romanos, literatura religiosa... Un día encontré, en un cajón que estaba casi oculto por las estanterías, una colección de fascículos y folletos en francés; después de tantos años no he logrado encontrar una explicación lógica de cómo llegaron allí; lo que sí os puedo decir es que  despertaron en mí una gran curiosidad:  trataban sobre el mundo  submarino. Relataban que un tal comandante Cousteau y Émile Gagnan habían inventado, diez años antes, un regulador para respirar bajo agua sin estar ``atado´´ a la superficie...; hablaban de aletas, de gafas submarinas, de trajes de goma, del mundo bajo el mar; no estaban muy bien conservados ni hacían referencia a la pesca submarina pero a mí me parecieron más ``sabrosos´´ que las yemas del Tajo. En dicha época el idioma extranjero que se estudiaba era el francés y comprenderéis que, a mi edad, no supiera traducirlo. No sé si le agradecí lo bastante a Dº Santiago, sacerdote que estaba a cargo de la biblioteca, el hecho de que en vez de hacerme leer el Quijote o el Lazarillo de Tormes, me ayudase a traducir y entender lo que en aquellas revistas se manifestaba; supongo que lo haría al ver el extraordinario interés que demostré. Todo ésto despertó  mi infantil imaginación que volaba a paraísos azules; mis  sueños, mis pesadillas y todos mis pensamientos giraban en torno a un fantástico mundo submarino, lleno de peces y sirenas que, al no conocer, me lo inventaba. 

                                                                                            Fotos

El primer ``documento gráfico´´ de hoy corresponde a las barras que hay entre Guadalmesí y Punta Oliveros; cuando comenzamos a ir a dichos pesqueros bautizamos a los meros que allí capturábamos como ``meritos tomateros´´, debido a su tamaño mediano y muy parejos. En la segunda nos vamos de nuevo a la Bahía, al arrecife de la Ballenera: veis que seguimos ``progresando´´ en ``dotes´´ fotográficas, ¡qué barbaridad¡, es una pena pues se adivina en lo negro la silueta de un buen mero. Al ver la tercera foto recuerdo como llegué de Ronda en las vacaciones del verano: el mono por la pesca era total; al día siguiente de mi llegada cogí el equipo, tomé el autobús de la CTM de Getares y yo solo, pues mis compañeros estaban trabajando, y sin encomendarme ni a dios ni al diablo, me tiré en el pesquero ``del cable´´. En menos de una hora se me había pasado el ``mono´´, la presión sanguínea también se había estabilizado y dejó de hervirme la sangre: observáis el doble motivo y los dos juntitos en la misma piedra; os diré la verdad: iba a tiro casi hecho pues es, mejor dicho, habrá que decir era, una cueva muy caliente; en las anteriores vacaciones de semana santa saqué otros dos algo más pequeños;tuve la suerte de que el guardia civil del cuartel de San García no fastidiase la foto; un secreto: la profundidad es de unos doce metros. 

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COINCIDENCIAS--- CAPÍTULO 4º








 


                                                                           


                                                                                                                                                                                                                                                                                                             
                                                                                                                                                                 
COINCIDENCIAS
No sé si la existencia de una persona es una concatenación de circunstancias, de probabilidades, de sucesos, que te llevan a  un determinado lugar o a actuar de acuerdo con algo preestablecido; no creo en la predestinación pero a veces pienso que en mi vida se dieron una sucesión de casualidades, de ``coincidencias´´, que hicieron que todo mi ser quedase prendado del mar. Os cuento la primera coincidencia: 
Nací en Algeciras el día 15 de julio de 1942. Vine a este mundo en la  habitación que corresponde a la ventana superior izquierda de la casa cuya foto adjunto. Podéis pensar que, ¿qué tiene que ver ésto con la pesca submarina?... Si continuáis leyendo creo que lo vais a comprender. Esa casa está situada frente a lo que en aquel tiempo era el Hospital Municipal, también conocido como la Caridad; pegada al hospital, a su derecha, la antigua iglesia de la Virgen del Carmen, la reina del mar, patrona de los pescadores. Al día siguiente de mi nacimiento se celebra la festividad de dicha Virgen. Y aquí viene la primera ``coincidencia´´: mi madre siempre me contó que, en el momento de salir la procesión, mi padre me sacó al balcón para que la viese; ¡lo que yo podría ver con sólo unas horas en este mundo!. Pero ella, mientras vivió, mantuvo en su fuero interno que fue la Virgen del Carmen la que despertó en mí la pasión por el mar; yo ni quito ni pongo, pero de lo que sí estoy  seguro es que con la Virgen no se pelearía, pues era bastante religiosa, pero con la pasión que afirmaba que despertó en mí, ¡ tela !.
Si aquel día hubiese tenido los ojos abiertos habría visto como era la plaza Juan de Lima; como os he dicho, frente a casa estaba el hospital y la capilla; al otro lado de la calle la  ``Posá´´ o Parador San Antonio: aún resuenan en mis oídos el sonido de las herraduras de los caballos, el rechinar de las ruedas de los carruajes y recuerdo el característico olor que salía por su enorme puerta de entrada; junto al parador, formando esquina con la calle Tarifa, el bar Florida: donde rajé más de un tapete de billar y me dieron soberanas palizas jugando al futbolín. Siguiendo mi giro por la plaza vería  la barbería Platero,  la zapatería Ordóñez,  la muy sin par casa de comidas Rosendo y el bar Salvatierra. Una imagen que nunca olvidaré es la de la Virgen entronizada en un barco de pesca, su paseo al atardecer por la bahía  para bendecir ``las aguas´´, los reflectores antiaéreos de Gibraltar alumbrándola y mil sinfonías de sirenas sonando para rendirle homenaje. Unos quince años después de que mi padre me sacase al balcón, vino destinado a dicha iglesia, como párroco, alguien muy querido por los algecireños: el padre Flores. ¿Cómo podía yo imaginar aquel día que, años más tarde, íbamos a ser compañeros en el deporte de la pesca submarina hasta el momento de su trágica desaparición ? Más coincidencias... Ya os hablaré de él. 

La primera foto es, como os he indicado, de la casa donde nací; lo que no  llego a comprender es que, teniendo el hospital en la acera de enfrente, el parto fuese en la propia casa. La segunda foto la hicieron desde la azotea; para mí es muy interesante ya que podemos ver, a la derecha, la fachada lateral del hospital, la subida del Secano y, también a la derecha y al fondo, la urbanización Villa Palma: en un capítulo posterior os comentaré qué había en dicho lugar años antes de hacerse esta foto y la relación conmigo y con nuestro deporte. El comercio del toldo rojo era la cafetería bar Manolo y el del toldo azul el bar Marisquería; también podemos ver la nueva parroquia del Carmen, construida por el ya nombrado padre Flores; años antes en dicho solar estuvo el colegio salesiano; enfrente está el cine Florida. En la tercera fotografía vemos la salida de la Virgen del Carmen de su parroquia. Según mi progenitora, fue el momento en darme su ``bendición marinera´´.

                                                                                       Fotos 

La pesquera de la primera foto la hicimos, Felipe y yo, en los arrecifes de San García, en el puntazo que da hacia la playa de Getares; siempre he tenido la impresión de que los meros de la Bahía, de cierto tamaño, eran algo distintos a los del Estrecho, por lo menos en aquella época; me refiero especialmente  a su color y a lo macizo de su cuerpo; puede que fuese una mera, y nunca mejor dicho, impresión; no sé por qué me parecían más oscuros; por cierto, ya lo iréis viendo, a veces nos gustaba fotografiar sólo a la pesca, de esta forma no dejábamos a nadie fuera...
Vemos que los bodiones de la Bahía no tenían que envidiar en absoluto a los del Estrecho. 
En la segunda volvemos a los arrecifes anteriores al Faro; pusimos la pesca tan ``presentable´´, en esa especie de escalón, que por poco no se ve. La persona situada a la derecha se llamaba Juan y trabajaba en la parada de motocarros del Secano: nos transportaba las pesqueras.
La tercera es en las Azofeas: otra vez le tocó a Reguera, está abonado a medio cuerpo y medio mero... Hablando de cuerpo, ¿no habéis observado mi ``extraordinaria complexión física´´?: a mi edad sigo sin tener claro el motivo por el que, mis amigos del equipo, me llamasen cariñosamente ``el anguililla´´: si por mi facilidad en deslizarme dentro del agua o por mi delgadez..., me inclino por ésto último. En posteriores capítulos os daré a conocer las demás `` coincidencias´´  que hicieron que mi vida tomase un rumbo ``muy marinero´´.

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                                                                    Hasta el próximo.

REMINISCENCIAS--- CAPÍTULO 3º














REMINISCENCIAS

Quiero vuestra consideración por la mala calidad del material fotográfico pues tener una cámara, en los años cincuenta, era todo un lujo, por lo menos para mí; tampoco se nos podía considerar unos genios en la técnica de la fotografía ni nos acompañaban los medios. El poco material del que dispongo es una parte infinitesimal del que podía tener: la mayoría de los días que salíamos  no podíamos hacer una fotografía por no tener una simple cámara. Ni digitales, ni ordenadores, ni vídeos submarinos..., si alguien me dice que iba a inmortalizar el momento de arponear un mero con un ``aparatito´´ puesto en el fusil o encima de la máscara... le hubiese dicho que estaba ``majara´´. Respecto al equipo y material submarino ¡¡ de risa !! Os hago un adelanto: el primer cinturón de plomo que tuve fue una talega que cogí de mi casa, la llenaba de piedras, el peso a ojo, y me la ataba a la cintura con una toniza; las primeras boyas: corcho que encontraba en la costa; el primer traje: un jersey militar y, ¿una linterna submarina?, cosas de brujas... Sondas, localizadores gps, marcar un pesquero vía satélite..., pura alquimia en aquellos tiempos; nuestros gps eran un árbol, un poste, unas rocas, unas determinadas marcas en la costa, el pico de un monte...
Estábamos en los años de la postguerra, años de la alpargata y del cesto de esparto; no teníamos, como os he dicho, material apropiado ni nos cuidábamos de forma adecuada y lo que es peor, en lo cultural sólo se hablaba de leyendas, de tabúes y de peligros bajo la superficie del mar.
Había que tener, y lo digo sin ninguna jactancia, muchos redaños para   meterse  bajo la superficie del mar en dicha época. 
                                                     
                                                                                             Fotos

 La foto superior muestra capturas logradas en la zona antes de llegar al faro de Punta Carnero; en éstos seis o siete arrecifes, situados entre el Timoncillo y el propio Faro, paralelos entre sí y todos perpendiculares a la costa, existen innumerables piedras y cuevas; en aquellos años la flora y fauna submarina era abundantísima en el citado lugar; si examináis las distintas fotos de pesqueras hechas aquí,  veréis que la mayoría de las piezas son de buen tamaño; ha sido el único lugar donde he capturado varias pintarrojas o lijas, un tiburón ángel o angelote y, ¡ lo más increíble ! : un cazón; no me explico qué haría éste último en tan poca agua pues su hábitat es bastante más profundo; todos ellos son inofensivos pero es lógico no acercarse mucho a su boca una vez arponeados ya que, como cualquier animal herido, intenta defenderse y observando su dentadura veremos que no necesitan ir al odontólogo. En la gastronomía gaditana el adobo es un plato típico que a mí me encanta, os podéis imaginar el homenaje culinario que me hice con ellos. Como los medios de locomoción no eran  muy abundantes, los pesqueros que más visitábamos eran los de la Bahía al ser los más cercanos. La playa de Getares no era muy apreciada por los algecireños de entonces; creo que eran varios los factores causantes: por su relativa lejanía, que se veía incrementada por los escasos medios de comunicación, por su apertura a la influencia de los vientos y por la leyenda de las ``hoyas´´ que se``tragaban a los bañistas´´; dicha leyenda puede tener cierta coherencia pues, al ser una playa abierta al viento de levante, su fondo arenoso a veces forma escalones con el consiguiente peligro. Quizás lo que no sepáis es que era muy frecuentada por los gibraltareños: los primeros bikinis y toples que ``escocieron´´ mis retinas fue hace más de cincuenta y cinco años..., y ahora que caigo, puede que debido a la estricta moral de la época, ésta sería otra de las razones por no ir a dicha playa: por indicación eclesiástica; sin morbo: a veces dudaba si tirarme al agua o quedarme en la arena.
La segunda está tomada en las ruinas del castillo del Tolmo; la ensenada del Tolmo, desde la Punta Acebuche hasta el puntazo de Arenillas o Punta del Traidor, siempre ha sido mi segundo lugar preferido de la costa del Estrecho: del que ocupa el primero  os hablaré en otro capítulo. No creo que se pueda pensar que tengo los brazos estirados para acercar las piezas a la cámara: hasta ahí no llega mi fuerza..., al contrario, los tengo apoyados sobre el pecho pues no hubiese podido con ellos; el que salió perdiendo fue el cocle... La tercera son dos meros de la ``cañá´´ del Peral. 

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                                                                       Hasta el próximo.

DEDICATORIA--- CAPÍTULO 2º

                                      

       







  DEDICATORIA
                                                    
                                                                      Con todo mi cariño:

1º..... para aquellas lágrimas de mi madre: que se va ahogar mi hijo,que se lo come un tiburón, que lo va arrastrar un pulpo..., es comprensible el pánico que ella podía sentir  en aquellos años con sólo pensar que me ``metía bajo agua´´.

2º..... para el sacrificio de mi padre: ¡ cuántas siestas se perdió, harto de trabajar, para que yo practicase con las aletas, careta y tubo...!

3º..... para la paciencia, comprensión y tolerancia de mi mujer, tanto de novia como de esposa, y su actitud de respeto hacia  mi deporte: ni es, ni ha sido, muy amiga del mar que digamos...,¡¡ peor que mi madre !!.Todos los que ``perdemos la cabeza´´ por este deporte sabemos, o deberíamos saber, el sacrificio al que sometemos a la familia: yo lo comprendí cuando empezaron a pasar los años...

4º..... para los seis compañeros, que ya no están, cuyas vidas se cruzaron  con la mía gracias a este deporte. 

                                                                                 Fotos                                       
     
 Creo que `` por puro vicio ´´ nos propusimos destrozar el escaso material fotográfico de nuestra vida deportiva.  Las tres fotos superiores corresponden al año 1963; en ellas estoy acompañado por los amigos Antonio Reguera y Felipe Navarro. El primero de ellos, fallecido hace unos años, es el que tiene a su hijo entre las piernas. Felipe ronda ya los noventa años pero conserva una  excelente memoria: cuando voy a verle, las veladas son interminables  hablando de lo que imagináis. La primera foto corresponde a la playa de Getares, frente al único chiringuito que había en aquellos años; a dicho pesquero lo bautizamos como el ``pesquero del cable´´ pues un antiguo tendido submarino nos llevó hasta él; si os fijáis, sobre mi pie derecho se ve un poco la cabeza de un mero: menudo ``técnico´´ el que nos hizo la foto pues dejó fuera ocho buenas piezas que teníamos a los pies y partió por la mitad al ``burro´´ que nos muestra Reguera; ``burro´´: de esta forma llamábamos a los meros grandes. La segunda es  una pesquera en Arenillas, que casi ocurre como en la primera: Felipe se salvó pero la parte izquierda de las piezas, y nunca mejor dicho, se fue a garete. Y, para ser más papista que el propio Papa, la última la desenfocamos.

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                                                                     Hasta el próximo.                          

PRÓLOGO--- CAPÍTULO 1º

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                                                                                         PRÓLOGO
 Voy a cumplir setenta años. Desde que tenía doce comencé a iniciarme en el deporte de la pesca submarina. Son cincuenta y ocho años pensando, soñando y viviendo por y para el mar. Creo que ha llegado la hora de ``colgar´´ las aletas... Por eso quiero reflejar en estas líneas los recuerdos, las vivencias, los sentimientos y las alegrías que me ha proporcionado dicho deporte. 
 Con sano orgullo os diré que fui uno de los pioneros en practicar la pesca submarina en Algeciras. También os comentaré cómo era mi pueblo, ahora ya ciudad, en aquellos tiempos; ahí va un piropo : `` Algeciras olía a mar´´.
Los primeros escarceos bajo las olas se remontan a los muy lejanos días de mil novecientos cincuenta y cuatro. Hace tanto, tanto tiempo, que las emisoras de radio empezaban a emitir las canciones de unos ``desconocidos´´ tales  como Renato Carosone, Doménico Modugno, Marino Marini....
Cuentan los viejos del lugar, algo más viejos que yo, que a finales de la década de los cuarenta anduvo por aquí un antiguo militar francés que se tiraba al mar y ensartaba los peces con un sable... No sé si sucedió así o simplemente era una leyenda de taberna de pescadores con atmósfera de vino y tabaco. Lo cierto es que en aquellos años vinieron, de forma esporádica, algunos franceses e italianos para pescar ``debajo agua´´. Quiero relataros, con mis recuerdos, como fueron los inicios de este  deporte aquí y en el Estrecho. 

                                                                                       FOTOS             
         
Las tres fotos son del año 1962; la primera es una pesquera en los arrecifes de la Torre de los Canutos: ya empezamos con nuestra perfecta  ``técnica fotográfica´´ y por poco no sacamos la parte inferior, la  más interesante, donde medio se ven unos buenos meros y una hermosa  urta; también observamos que el fotógrafo no quiso quedarse atrás y  veló la foto por los extremos, mandando de paseo al resto de la pesquera. El traje de goma, ¡ mi primer traje de goma !, me quedaba como un ``guante´´, ¿no os  parece?; me pongo a temblar recordando el dolor de las rozaduras en brazos y piernas; aunque ya estaba medio acostumbrado, en otro capítulo os  contaré el porqué. Lo compré en los Almacenes Mérida, aquellos que estaban situados en la calle Tarifa y, lo más gracioso es que un sastre, que allí trabajaba,  me tomó las medidas y las mandó a la casa Nemrod de Barcelona, donde me lo hicieron. Quedó perfecto, sin comentarios. La segunda foto es de la Ballenera, unos  pesqueros que siempre me han gustado; aún se aprecia la explanada  donde subían a los cachalotes y ballenas; la última es de un  mero del Timoncillo.
                                                                                                                                  
P/D... Os recuerdo que en aquellos años no había absolutamente nada reglamentado respecto a este deporte. No existía ninguna ley sobre tope de peso, número de piezas, ni restricción sobre las capturas de determinadas especies. Lo que sí os puedo confirmar es el profundo respeto que siempre he tenido por los ``pezqueñines´´. Nunca arponeé un pez que no hubiese cumplido su ciclo vital: la demostración de que lo que digo es cierto está en las propias fotos que aporto. Os puedo asegurar que piezas de un par de kilos  las había a miles. 

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                                                                       Hasta el próximo.