PEPE ``EL MORO´´-- CAPÍTULO 19º











                                                                 
                                                        


                                   
                                                                                                                                                                  
                                                                                                                                              
                   
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                              

                                                                                                  



PEPE  `` EL  MORO ´´
Vino repatriado a Algeciras, aproximadamente en la segunda mitad de la década de los cincuenta, procedente de Tetuán; creo que de ahí el apelativo `` el moro ´´ pues su nombre y apellidos no pueden ser más hispanos: José Alarcón Gómez. Él mismo nos cuenta que,en aquella tierra, era ``maestro de pala en una panadería´´; lo que sí os puedo asegurar es que a nuestra ciudad llegó con lo puesto.
He intentado averiguar la pertenencia de las ruinas donde lo conocí: siempre llamó mi atención el hecho de que a aquel paraje se le conociese con el nombre de``el balneario´´. 
Estábamos un  día los compañeros de pesca, al atardecer, en el bar Ruiz, lugar del que ya os he hablado, comentando los lances de la jornada en la Torre de los Canutos, habíamos dejado las capturas en el frigorífico de Merino, situado frente a la plaza de abastos, junto a lo que en la actualidad es Cajasur, cuando uno de los camareros nos dijo que una persona había preguntado por nosotros; también nos manifestó que tenía algo que ver con nuestro deporte.
Como mis compañeros debían de trabajar, yo estaba de vacaciones, quedé en ponerme en contacto con dicho individuo; os podéis imaginar que no me costaba ningún trabajo hacer algo relacionado con la pesca submarina. Al día siguiente decidí ir al lugar que nos había indicado el empleado del bar; iba algo ``mosca´´ pues tenía, más o menos, conocimiento del sitio adonde me dirigía.
Si nos situamos en la puerta de entrada del Hotel Cristina mirando hacia el mar, abajo teníamos la playa de El Chorruelo y, a la derecha, pasada la carretera que bordea dicho hotel, había un descampado lleno de chabolas y edificios derruidos; en la parte superior fue donde se ubicó, años después, la fábrica de conservas Garavilla y, más al sur, estaba la frondosa finca que la familia Larios tenía en esta ciudad, situada antes de llegar a la desembocadura del desaparecido río El Saladillo; la playa tomó el nombre de un pequeño arroyuelo, que discurría antes que el anterior y que, pasando por el huerto Matías, desembocaba cerca de sus arenas; por su denominación debemos entender que sería muy poco el caudal de agua que llevaba: un chorrito, un ``chorruelo´´..., también pasó a mejor o a peor vida, según se mire, al igual que la playa a la que había dado nombre.
He ``buceado´´ en la historia de nuestra ciudad, en los escritos de nuestros insignes cronistas, y, al parecer, dicha zona tomó el nombre de ``el balneario´´ por algo que no se llegó a construir y de lo que sólo se edificaron los cimientos; después del incendio del hotel en el año 1928, en los planos de su reconstrucción aparece el proyecto de un gran Casino-Balneario en la zona sur: algo que no se hizo realidad; creo que, debido a la especial inventiva de los algecireños, aquel lugar pasó a denominarse ``el balneario´´ y sirvió de cobijo a los sin techo; a ese lugar llegué buscando a alguien, del que no conocía ni el nombre y, menos mal, que se me ocurrió preguntar por el buzo: pronto di con él. Como el lugar no era muy adecuado para mantener una conversación le dije a Pepe que nos fuésemos a uno de los chiringuitos, perdón, a uno de los merenderos como se denominaban en dicha época, que había en la playa; entre rodajitas de tomates de la cercana huerta y sardinas `` del alba´´, significa que estaban cogidas al amanecer, asadas y regadas con el tinto de la bodega que se situaba junto a los cines Fuentenueva, fui conociendo a tan singular personaje; roto el hielo, los dos rivalizábamos en ver quien hablaba más... Yo estaba libre por las vacaciones y el oficio y beneficio de él era pescar, por lo tanto ya tenía un nuevo compañero de pesca que, por cierto, es uno de los pocos que llegó practicando dicho deporte a una avanzada edad.
He querido daros a conocer, mediante estas fotos antiguas que incluyo a continuación de estos renglones, como era la zona de la que os hablo; en la primera vemos la parte superior del  lugar al que se conocía como ``el balneario´´; en la segunda tenemos una bella y nostálgica fotografía de la mencionada playa; contemplamos, en la mitad de la foto, ubicados en alto, los dos merenderos, el vocablo chiringuito es posterior, que allí existían; se pueden observar, con mayor detalle, al igual que las pateras del ``ché´´, en la tercera foto; en el primer merendero, creo que ya os dije que tenía por nombre ``El Cuco´´, fue donde sufrió la transformación misteriosa mi primera captura: de lubina a lisa..., y donde Pepe y yo tomamos las primeras copas; al fondo vemos la punta El Rodeo, lugar del estreno del tridente y de todo lo que os narré en un capítulo anterior; la siguiente , para mí muy interesante, está tomada desde donde, años más tarde, se construiría el hotel Cristina: vemos a la Isla Verde tal cual, sin puente que la uniera a tierra firme, tampoco se habían construido los dos brazos del primer rompeolas y nos muestra también algunos de sus arrecifes.
Buscando datos para este apartado he tenido una grata sorpresa: es referente a la famosa y renombrada Piedra de la Morena que se hallaba situada frente a la playa El Chorruelo, citada una y mil veces por los algecireños de mi edad: ¿ quién, en aquellos años, no se había tirado de cabeza al mar, más de una vez, desde lo alto de ella ? Siempre pensé que era una piedra de la naturaleza pero he tenido conocimiento de que no era así: en el siglo XII los almohades ampliaron las murallas existentes y edificaron en la misma playa la torre del Espolón, cuyo grabado incluyo y, un siglo más tarde, los benimerines construyeron una torre marítima cuyos restos dieron origen a la famosa piedra; ¡¡ mis primeros chapuzones los hice desde lo alto de unos antiquísimos restos arqueológicos que duermen el sueño de lo injusto, al igual que la playa, debido al progreso... Junto al grabado de la torre del Espolón he vuelto a repetir, ya coloreada, la foto de la playa de `` El Chorruelo´´.
Contemplad las dos últimas fotografías: en la primera, hecha desde donde estaban los merenderos, observamos los raíles del tren de las vagonetas que traía las piedras de las canteras para el relleno de la Isla Verde; todavía no se había edificado los astilleros de la saga de los Remigios y, uniéndola a la foto de la playa, podemos tener una clara imagen de como estaba conformada toda esta ensenada; lo más importante de dicha foto es que, al fondo a la izquierda, se ve el único vestigio que nos queda en este trozo de costa de aquellos años: la Plancha, nombre que demuestra, una vez más, el ingenio de los algecireños para designar las cosas; en la zona de la arboleda fue donde se hizo el campo de golf: en la actualidad es un lugar totalmente urbanizado; la foto contigua la tiré la semana pasada desde el otro lado de la Plancha, a la que veis en primer término, para que se apreciase los  profundos cambios. 
                                                                                                                                                                                                                        
 





                                                                           
                                    




                                                                                                                                                                                                                                                                      
                                         


            
                                                                                                                                                                                          


















Bueno, hablemos de Pepe: o pesca o revienta; dicho con otras palabras, para comer tenía que pescar; esto hizo de él un pescador submarino tremendamente eficaz; los demás miembros del equipo lo hacíamos por deporte, no necesitábamos de la venta de los peces para comer; sus circunstancias eran distintas: cuando la necesidad acucia el ingenio aparece. No era un gran profundista, no tenía un estilo depurado, sus apneas eran normales, pero fue un deportista muy eficiente: un verdadero hurón del rebalaje: pez que localizaba seguro que terminaba en el portapeces, aunque fuese a trozos.
Llegando a la costa no paraba: su primera pesquera era buscar chatarra, bastante abundante en dichos años; cuando veíamos que se retrasaba en hacer el té moruno, es su especialidad, lo llamábamos y ya traía sus pesetillas en plomo, metal...
Trabajó unos meses, junto a Antonio Manzano ( q.e.p.d. ) en la compañía de extracción de barcos hundidos; una anécdota: a unos cientos de metros del cuartel de Arenillas, a una profundidad de siete u ocho metros, existía un barco que dinamitaron los dos, para hacer las planchas más pequeñas y poderlas sacar; pusieron más dinamita de la debida y, al explosionar, la onda expansiva hizo una considerable grieta en dicha edificación con el consiguiente revuelo y no terminaron en el penal de milagro.
Para no depender del ``costero´´, máxime cuando los demás no podíamos ir de pesca, se apañó un burro: en un principio todo marchó bien; el que se lo vendió sabía lo que hacía pues el animal estaba más maleado que el plomo de una fundición; al poco le salió el resabio y cualquiera se acercaba al bicho: comenzaba, cuando veía que lo íbamos a cargar, abriendo la boca con una sonrisa sardónica y enseñándonos  los tremendos dientes, parecía que se reía de nosotros y que nos decía que nos íbamos a enterar; al acercarnos para poner los sacos y macutos encima de él, la verdad es que nos enterábamos : los bocados y las coces se sucedían sin cesar acompañados de furiosos rebuznos y terminaba la función emprendiendo veloz carrera y dejándonos tirados; al final se lo regaló a un vecino. 
                                                                                                  FOTOS
Observaréis que, con el tiempo y la práctica, mis dotes como fotógrafo van en aumento; en la primera foto vemos a la derecha a Pepe, en el centro a Felipe y al hijo del primero; es una pesquera que hicimos en los arrecifes del Chorlito. La segunda es de una jornada de pesca con Pepe en la Isla Verde; el cloque que usaba Pepe era muy ``sui géneris´´: alambre acerado con un anzuelo de marrajera; en esta foto podemos ver la maraña de alambre: por cierto que le daba bastante buen resultado.
La tercera es una foto para el recuerdo: de izquierda a derecha vemos al hijo de Pepe, a Juan Calvente (q.e.p.d.), dueño del motocarro y nuestro cocinero, a Felipe, a Reguera ( q.e.p.d.) y a nuestro protagonista. 
A la explanada  de la Ballenera corresponde la cuarta foto: recuerdo que aquel día a mi padre se le olvidó enviarnos el taxi y nos anocheció, a Pepe y a mí, en dicho lugar; en la siguiente: un primer plano de Pepe y del que suscribe.
En la cala a la izquierda del Castillo del Tolmo estamos en la sexta foto, bueno, yo como fotógrafo: buen día de pesca, si no que se lo pregunten al mulo que tuvo que subir la carga hasta la batería de artillería.
De nuevo Pepe con dos meros y, a continuación, con Manolo, un amigo y también pescador del que os hablaré en otro capítulo.
Cuando pensé en dedicarle estas líneas fui a charlar un rato con él y hacerle esta foto: así está a sus ochenta y cinco años; tiene la misma vitalidad que años atrás: al igual que el día que nos conocimos, hablando me ganó por goleada y yo no soy mal conversador...
Me impresionó con su memoria: comenzó a recordar un  lejano día de pesca y me dijo de ``pe a pa´´ todo lo ocurrido: nos tiramos en el Chorlito y fuimos pescando en dirección a las Azofeas, donde nos esperaría el ``costero´´. Juan nos llevaría los macutos y la ropa hasta dicho lugar y nos haría algo de comer; a Pepe se le había olvidado su boya y la mía estaba pinchada, cosa que ocurría a menudo, y yo no había comprado otra cámara de moto: en una palabra que estábamos sin boya; a grandes males grandes remedios: con corcho que encontramos en la costa nos fabricamos una rudimentaria boya donde tenían que ir los arpones de repuesto, cloques, red para las centollas...  A  la mitad del recorrido llevábamos una buena, no buena, sino una buenísima pesca : los corchos hundiéndose y, para colmo, comienza a tirar la marea en contra;  hicimos un descanso en la piedra de las Palomas para esperar a que disminuyese el ``fogueo´´ de la corriente; para aguardar, que mejor que pescando: fondeados los corchos que hacían de boya y, protegidos de la marea por la isla, aumentamos en tres el número de meros; uno de ellos, un burro, lo arponeó Pepe a la entrada de una cueva, a la que llamábamos de ``los borriquetes´´, de la que más adelante os hablaré pues merece la pena. Llegamos con dos horas de retraso, la comida fría, el costero impaciente ya que tenía que dar de comer a los animales, nosotros cansados pero muy contentos; hasta el Faro los mulos llevaron la carga  y de allí, en el motocarro de Juan, hasta Algeciras.
Doy fe de que así ocurrió y fue tal como lo recordó Pepe hace cinco días.

                                                                                             Hasta el próximo.
                                                             

2 comentarios:

Paola

29 de julio de 2012, 15:39
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1

dijo...

Pensé que había muerto, que alegría te daría de encontrarlo, no Juan?.
Donde lo has encontrao? Cuenta, cuenta.......
Cierro los ojos y veo a "Pepillo el Moro" con su inseparable cajita de "¿rapé?".
Un beso

AquilesTron

5 de noviembre de 2017, 2:37
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1

dijo...

Al fin juan alguien de tu calibre... de tu nivel de pesca... pepe el moro!!!

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