Ya en La Celestina, IX-35, y en el Quijote, II-23, aparece la frase proverbial: ``todas las comparaciones son odiosas´´, aunque pienso que no todas lo son. He comenzado el capítulo de hoy con alusión a ese dicho popular porque tiene mucha relación con el primer tema que voy a tratar: la pesca submarina del ayer, léase hace más de medio siglo, y dicho deporte en la actualidad.
Ante todo quiero expresar mi total respeto por cualquier pescador submarino de aquella época, casi arcaica, e igualmente por todo aquel que practique dicho deporte hoy día. He de confesaros que el glucodulco, como ya os dije anteriormente, no me engordó, ni el aceite de hígado de bacalao ( puaf...) que venía de Gibraltar, ni la pulpa de coco seco que también venía de allí y que se le añadía a las ensaladas..., pero lo que sí me hizo coger kilos fue el transcurso de los años; entre los muchos que tengo de ambos, para mantenerme un poco en forma, hago unos kilómetros diarios: que no me sirven ni para rebajar años ni barriga... Pero me valen para, en cierto modo, no perder contacto con el ``ambiente´´ de nuestro deporte pues diariamente paso frente a la rampa por donde se botan las neumáticas. Para mí es una satisfacción observar el gran apego que goza nuestro deporte en Algeciras; lo veo allí y también cuando, dándome un relajado paseo por la costa, ante mis ojos resaltan los colores de las boyas sobre el azul del mar. Tengo una gran admiración por esas figuras, esos fuera de serie, cuyos nombres todos conocemos y que no voy a citar por no dejarme alguno atrás, que nos asombran con sus constantes superación en récord y capturas: en nuestra zona tenemos a varios; pero, sin menospreciar ni mucho menos a los anteriores, mi deferencia es mucho mayor para ese abnegado, para ese sacrificado deportista que, como está hoy la pesca submarina en una determinada profundidad, no pierden el ánimo y son constantes en el ejercicio de este deporte aunque no cojan ``una escama´´.
He iniciado el capítulo con dicha frase porque tengo mis motivos: sinceramente no puedo aguantar que se desprecie, que se desdeñe, que se subestime aquellos años de nuestro deporte con el estúpido razonamiento de ``que había mucha pesca´´... Estos señores que hacen dichas ``comparaciones´´, menos mal que son pocos, olvidan que el que escribe ha pescado en aquellos años y en la actualidad. Cada etapa de la vida tiene su encanto, su magia, su hechizo, su atractivo, sus motivaciones..., esta sencilla reflexión es totalmente aplicable a nuestro deporte; aquel período y la época actual son dos ciclos, eso sí distintos, de sólo una cosa: del deporte de la pesca submarina; no por ello uno tiene que ser mejor que el otro: si el resultado de algo se midiese por lo conseguido, aquellos años ganarían por goleada; afirmación que nadie, absolutamente nadie, me ha escuchado proferir. Se me acaba de ocurrir, tratando este tema, escribir un capítulo narrando como se desarrollaba un día de pesca en aquellos años: creo que vais a alucinar.
En técnicas, en adelantos, en avances, en medios de locomoción, tanto terrestres como marinos..., en eso ¡¡ sí !!, es mejor esta época que la pasada; es sumamente cómodo montarte en la embarcación, arrancar el motor, marcar el pesquero que deseas visitar, situarte encima de la piedra mediante el ``gps´´y bajar... Ya he declarado varias veces que no estoy en contra del progreso, ¡¡ bendito sea !! pero, no por ello, se ha de establecer la comparación entre unos y otros años y que éstos actuales tengan más importancia que los pasados. Sé que en el presente hay menos pesca, por lo menos a unas deteminadas profundidades, que antaño: este hecho no es totalmente achacable a nuestro deporte; sé también que hay que pescar más profundo: ¿ no lo voy a saber si a medida que pasaban los años tenía que hacer inmersiones más ``hondas´´ ? Todo esto lo he vivido en primera persona, lo he sentido en mis propias carnes y, por lo tanto, sé perfectamente de lo que hablo.
Lo que si afirmo, y lo mantengo ante sea quien sea, es que ha perdido parte de su embrujo, parte de su fascinación: un día de pesca en aquel tiempo empezaba de madrugada..., bueno, lo voy a dejar para el próximo capítulo.
El segundo tema que tengo hoy en el tintero es el controvertido de la venta del pescado. Yo he vendido, durante muchos años, por distintas coyunturas y motivos que no vienen a cuento y que no intentan justificar nada, la pesca. Cada cual es él y sus circunstancias. Creo que uno de los más bellos dones del ser humano es el de la Libertad, sí con mayúscula; no me voy a engañar a mi mismo, que es una cosa bastante triste, y voy a criticar algo que yo he hecho: eso sería la hipocresía en grado sumo; cada cual es libre de hacer lo que quiera con sus capturas aunque todos sabemos que está prohibido y, como dice el artículo, en mis primeros permisos creo que era el noveno, hasta su cambio por terceras especies..., basta con mirar a nuestro alrededor y ver que muchas cosas prohibidas se hacen con asiduidad y con el beneplácito de demasiadas personas. Con estos razonamientos no quiero defender su venta sino lo que digo es que cada uno haga lo que quiera o crea conveniente; cuando me compré la última semirrígida allá por el año 1992, comencé a pescar sólo con un botero y, desde ese momento, dejé de vender la pesca.
FOTOS
En las de hoy quiero mostrar lo complicado que resultaba pescar en dichos años; en un principio, cuando no sabíamos lo del costero, la pesca la repartíamos en sacos y cada uno cargaba con una parte; no sé si seguirá existiendo la vereda que por el precipicio del Faro, unía éste con las Azofeas; era el camino más corto pero el más peligroso: me daba verdadero pánico pues padezco algo de acrofobia y, ver allá al fondo los peñascos de la costa, me ponía muy nervioso; si a ello unimos la estrechez de la vereda, en algunos tramos casi inexistente debido a las lluvias y a los temporales, la carga del equipo y de la pesca, el cansancio propio de la caminata a la ida, de las horas de pesca y de la vuelta, sentado aquí delante del ordenador, pienso que debíamos de tener mucha, muchísima afición, muchísimo amor, por este deporte. Cuando calculábamos en regresar al mismo sitio de pesca, dejábamos escondidos los cinturones de plomo para aliviar el peso.
En la primera foto vemos uno de los medios de transporte: el motocarro; a la izquierda está Juan Calvente, dueño del vehículo, en el centro Felipe y a la derecha el que suscribe; fue un día de pesca en la piedra de las Palomas.
En la segunda vemos al costero descargando el mulo en la explanada del Faro; con qué mimo acaricio al animal posiblemente dándole las gracias por el ``tirón´´ que me había quitado.
A la tercera la podíamos titular `` el descanso del pescador ´´: había días que un sueño reparador nos caía de maravilla pues el cansancio hacía mella en nosotros.
En la cuarta aparece por vez primera en mis relatos, aunque es un verdadero veterano en este deporte y compañero de muchos años y mil aventuras, al que pienso dedicarle un capítulo, José Alarcón Gómez más conocido en nuestro mundo por Pepillo el Moro: singular personaje y un verdadero `` hurón´´ del mundo submarino; es el que está situado a la derecha que, por cierto, no se ve muy bien para no variar; también vemos a su hijo y a Reguera; como éste último trabajaba en Gibraltar, cuando cierran la frontera a finales de los sesenta, se compró un motocarro para hacer portes y lo usaba más en la pesca que en dicho cometido.
La última es una pesquera en Arenillas y, el hombre que carga el burro, era el dueño de uno de los cortijos que había cerca del cuartel de la guardia civil; nunca olvidaré el rico sabor de las moras de los tres o cuatro árboles que tenía en el huerto e igualmente los sabrosos higos chumbos.
---Tenéis agrupados los quince primeros capítulos.
---Pinchando en una de las fotos inferiores se puede abrir la Galería.
---Con el reproductor se cambia de canción.
He iniciado el capítulo con dicha frase porque tengo mis motivos: sinceramente no puedo aguantar que se desprecie, que se desdeñe, que se subestime aquellos años de nuestro deporte con el estúpido razonamiento de ``que había mucha pesca´´... Estos señores que hacen dichas ``comparaciones´´, menos mal que son pocos, olvidan que el que escribe ha pescado en aquellos años y en la actualidad. Cada etapa de la vida tiene su encanto, su magia, su hechizo, su atractivo, sus motivaciones..., esta sencilla reflexión es totalmente aplicable a nuestro deporte; aquel período y la época actual son dos ciclos, eso sí distintos, de sólo una cosa: del deporte de la pesca submarina; no por ello uno tiene que ser mejor que el otro: si el resultado de algo se midiese por lo conseguido, aquellos años ganarían por goleada; afirmación que nadie, absolutamente nadie, me ha escuchado proferir. Se me acaba de ocurrir, tratando este tema, escribir un capítulo narrando como se desarrollaba un día de pesca en aquellos años: creo que vais a alucinar.
En técnicas, en adelantos, en avances, en medios de locomoción, tanto terrestres como marinos..., en eso ¡¡ sí !!, es mejor esta época que la pasada; es sumamente cómodo montarte en la embarcación, arrancar el motor, marcar el pesquero que deseas visitar, situarte encima de la piedra mediante el ``gps´´y bajar... Ya he declarado varias veces que no estoy en contra del progreso, ¡¡ bendito sea !! pero, no por ello, se ha de establecer la comparación entre unos y otros años y que éstos actuales tengan más importancia que los pasados. Sé que en el presente hay menos pesca, por lo menos a unas deteminadas profundidades, que antaño: este hecho no es totalmente achacable a nuestro deporte; sé también que hay que pescar más profundo: ¿ no lo voy a saber si a medida que pasaban los años tenía que hacer inmersiones más ``hondas´´ ? Todo esto lo he vivido en primera persona, lo he sentido en mis propias carnes y, por lo tanto, sé perfectamente de lo que hablo.
Lo que si afirmo, y lo mantengo ante sea quien sea, es que ha perdido parte de su embrujo, parte de su fascinación: un día de pesca en aquel tiempo empezaba de madrugada..., bueno, lo voy a dejar para el próximo capítulo.
El segundo tema que tengo hoy en el tintero es el controvertido de la venta del pescado. Yo he vendido, durante muchos años, por distintas coyunturas y motivos que no vienen a cuento y que no intentan justificar nada, la pesca. Cada cual es él y sus circunstancias. Creo que uno de los más bellos dones del ser humano es el de la Libertad, sí con mayúscula; no me voy a engañar a mi mismo, que es una cosa bastante triste, y voy a criticar algo que yo he hecho: eso sería la hipocresía en grado sumo; cada cual es libre de hacer lo que quiera con sus capturas aunque todos sabemos que está prohibido y, como dice el artículo, en mis primeros permisos creo que era el noveno, hasta su cambio por terceras especies..., basta con mirar a nuestro alrededor y ver que muchas cosas prohibidas se hacen con asiduidad y con el beneplácito de demasiadas personas. Con estos razonamientos no quiero defender su venta sino lo que digo es que cada uno haga lo que quiera o crea conveniente; cuando me compré la última semirrígida allá por el año 1992, comencé a pescar sólo con un botero y, desde ese momento, dejé de vender la pesca.
FOTOS
En las de hoy quiero mostrar lo complicado que resultaba pescar en dichos años; en un principio, cuando no sabíamos lo del costero, la pesca la repartíamos en sacos y cada uno cargaba con una parte; no sé si seguirá existiendo la vereda que por el precipicio del Faro, unía éste con las Azofeas; era el camino más corto pero el más peligroso: me daba verdadero pánico pues padezco algo de acrofobia y, ver allá al fondo los peñascos de la costa, me ponía muy nervioso; si a ello unimos la estrechez de la vereda, en algunos tramos casi inexistente debido a las lluvias y a los temporales, la carga del equipo y de la pesca, el cansancio propio de la caminata a la ida, de las horas de pesca y de la vuelta, sentado aquí delante del ordenador, pienso que debíamos de tener mucha, muchísima afición, muchísimo amor, por este deporte. Cuando calculábamos en regresar al mismo sitio de pesca, dejábamos escondidos los cinturones de plomo para aliviar el peso.
En la primera foto vemos uno de los medios de transporte: el motocarro; a la izquierda está Juan Calvente, dueño del vehículo, en el centro Felipe y a la derecha el que suscribe; fue un día de pesca en la piedra de las Palomas.
En la segunda vemos al costero descargando el mulo en la explanada del Faro; con qué mimo acaricio al animal posiblemente dándole las gracias por el ``tirón´´ que me había quitado.
A la tercera la podíamos titular `` el descanso del pescador ´´: había días que un sueño reparador nos caía de maravilla pues el cansancio hacía mella en nosotros.
En la cuarta aparece por vez primera en mis relatos, aunque es un verdadero veterano en este deporte y compañero de muchos años y mil aventuras, al que pienso dedicarle un capítulo, José Alarcón Gómez más conocido en nuestro mundo por Pepillo el Moro: singular personaje y un verdadero `` hurón´´ del mundo submarino; es el que está situado a la derecha que, por cierto, no se ve muy bien para no variar; también vemos a su hijo y a Reguera; como éste último trabajaba en Gibraltar, cuando cierran la frontera a finales de los sesenta, se compró un motocarro para hacer portes y lo usaba más en la pesca que en dicho cometido.
La última es una pesquera en Arenillas y, el hombre que carga el burro, era el dueño de uno de los cortijos que había cerca del cuartel de la guardia civil; nunca olvidaré el rico sabor de las moras de los tres o cuatro árboles que tenía en el huerto e igualmente los sabrosos higos chumbos.
---Tenéis agrupados los quince primeros capítulos.
---Pinchando en una de las fotos inferiores se puede abrir la Galería.
---Con el reproductor se cambia de canción.
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