EVOLUCIÓN-- CAPÍTULO 11º

                   




  EVOLUCIÓN
Me llevé una sorpresa mayúscula al encontrar, entre las hojas de un viejo álbum, la foto superior. Corresponde a un día del verano de 1957 y muestra con claridad como fueron los comienzos, difíciles comienzos, de la pesca submarina en nuestra zona; la segunda, la del albornoz, es del 1958 y el lugar es el Tolmo; quiero que observéis el chaquetón que hay a la izquierda; la tercera es de un año después,  y ya  me veis con mi primer traje de goma. El título de este capítulo está motivado por la razón de que, al ver estas tres fotos, se desprende el proceso del desarrollo de nuestro deporte en Algeciras.
Cuando tuve ante mi vista la primera fotografía, no recordaba que existiese, evoqué de forma inmediata aquella jornada: fui, como no, a la Ballenera acompañado por un amigo que, por cierto, no tenía mucha simpatía por el mar; le atraía la curiosidad de conocer como era aquello de ``pescar bajo agua´´. Tuve suerte y salí con este mero quedándose el de ``secano´´ un poco boquiabierto; os he de decir que era el tercer mero de mi vida deportiva; el primero lo cogí en la Isla Verde y el segundo en San García.
Viendo dicha foto, creo que sobran los comentarios, se pueden imaginar los inicios de los que os hablé. Al chaleco militar le profesé un gran apego, no te protegía del frío pero, al llevarlo, parecía que te sentías más seguro y evitabas algunos cortes con las rocas; no sé si era estar cuerdo pero, alguna que otra vez, me llegué a untar grasa consistente... La máscara submarina también tiene su intríngulis: si os fijáis tiene dos cristales laterales como las escafandra de los antiguos buzos ¿--?.
En el cinturón de plomo, en un principio de piedras, también se recurre al material militar, muy propio de dichos años, y posee su embrujo: las pastillas de plomo las hacía derritiéndolo y usando como moldes flaneras del ``flan chino el mandarín´´. En la tercera foto se aprecia el cinturón con detalle y debo afirmar que la hebilla era muy práctica y segura ya que con un solo dedo se podía abrir; ¿ y el tubo ? : era metálico, en la parte superior doblado y en su extremo una malla de plástico que contenía una pelota de ping pong; me imagino que la idea del fabricante sería el evitar que entrase agua pero ocurría que, al mojarse la pelotita, se quedaba pegada al orificio de entrada y ya os podéis imaginar lo que sucedía cuando llegabas a la superficie deseando pegar la bocanada de aire...; más de una vez me acordé del productor y de mi querido hermano José María que fue quien me lo regaló, aunque a éste último lo eximo de toda culpa y rememoro el detalle con cariño.  
Me pasé el siguiente curso, entre lección y lección, pensando en algún invento para pasar menos frío y que pudiese estar más tiempo en el agua; lo de un traje de goma era inviable por varios motivos: no existía ningún comercio en mi ciudad especializado en ello, tampoco sabía si se hacían en España y, el tema principal, el dinero que podría costar. 
En la segunda foto, aparte de lo mono que me queda el albornoz, podéis ver mi idea en la parte inferior izquierda. En las vacaciones de semana santa traía el proyecto preconcebido; subiendo el Secano, en la esquina de una de las calles que enlaza con la calle Matadero, llamada así porque obligatoriamente tenían que pasar por ahí las reses camino del matadero, hoy día Teniente Miranda, como os digo, en dicha esquina había un pequeño taller de parches y recauchutados; el dueño, muy buena gente pero bastante nervioso, era sordomudo; los nervios le comían cuando no entendía algo; podéis reflexionar sobre la manera en que le hacía inteligible lo que yo quería: un chaquetón hecho con trozos de cámaras de coche; los diálogos para besugos del TBO tienen poco que ver con la que pasamos; pero al final lo comprendió y al regreso en verano lo tenía hecho. En un principio me ponía el chaquetón y el jersey militar encima pero, al ser la goma tan recia, las rozaduras en axilas y parte anterior del codo, eran tan dolorosas y de tal calibre que, con sólo recordarlas, se me saltan las lágrimas; cuando caí que era mejor el jersey debajo, se solucionó un poco. Creo que los disciplinantes o ``picaos´´ de la semana santa, personas que se flagelan la espalda, pasan menos dolor que el que yo pasé. Mi idea, quitando lo descrito, no me dio mal resultado y pude aumentar el tiempo de permanencia en el mar.
En la tercera foto ya se me ve con el traje de goma; el neopreno no era muy elástico y, al no quedarme muy ajustado, también me producía roces muy dolorosos; y lo que puso la ``guinda´´ fue el agua jabonosa que, en un principio, usé para ponérmelo: ``escamas saquito´´; el contenido en sosa cáustica de este producto era bestial con lo que, al quitarme el traje de goma después de varias horas, salía el traje y trozos de mi propia piel... y el ph se fue de paseo; a continuación no se me ocurrió otra cosa que ponérmelo con polvos talcos, pensé que al ser más suave iría mejor, pero la argamasa que se formaba entre el agua que entraba y la que yo ``soltaba´´ hubiese servido para pegar ladrillos... Como me dijeron que habíamos comprado un carrete en color compuse una ``pose´´ algo rara. 

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                                                                                            Hasta el próximo.

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