PERIODISMO-- CAPÍTULO 13º






 

                                                             



Cuando decidiste escribir una crónica sobre el fondo del mar, allá por 1961, amigo Pepe Vallecillo, entrevistando a un buzo, a un jubilado submarinista y a un pescador subacuático, ya habías recorrido los primeros metros de tu brillante carrera como periodista.
Nos habíamos conocido años antes al venir yo de vacaciones e ir a buscarte a la pensión donde vivías junto a tus padres, no lo recuerdo bien, creo que se llamaba La Mezquita, situada al final de la calle Castelar, haciendo esquina con Rafael del Muro, que es la que la que desemboca en el mercado de abasto; frente estaba el bar Bohórquez primera sede de la Sociedad el Mero ( ¡ cómo no ! ) que daba al callejón Santa María; un poco más arriba, la zapatería Hidalgo, famosa durante muchos años por el arreglo del calzado; subiendo la calle de la nueva pescadería, en la acera de la izquierda, estaba la bodega El Túnel, oscura como su nombre, de rancio olor a vino y a orujo, mal ventilada pero cuyo mistela y, especialmente aquellas aceitunitas, nos encantaban; misterios de la mente humana: recordar, después de tantos años, el sabor de unas simples aceitunas.
En aquel tiempo existían muchas pensiones y casas de huéspedes en nuestra ciudad; sin ir más lejos mi padre, además del bar,  regentaba dos: La Nacional y La Victoria; siempre ha sido un enigma para mí que lo tildasen de republicano con el nombre que le había puesto a dichos negocios: no lo he llegado a comprender por mucho que lo he intentado. Años de soldados que iban a África y de matuteros/as; a eso olían las habitaciones de dichos establecimientos: a militares y a montecristo, montecarlo y cigarrillos colón..., y a café ``el cafetero´´.
Sé que recordarás, donde estés, el gracejo, la chanza andaluza que tenía mi viejo; ahí va una de las suyas: a la llegada del tren a la antigua estación, con aquellos vagones de madera y máquina a vapor, y con el consiguiente ``regalo´´ de carbonilla a los ojos, iba reuniendo a los soldados que tenían que pernoctar aquí para llevarlos a la pensión; tenía preparados dos o tres carros de aquellos de batea grande para transportar el equipaje, en este caso los petates militares, y los camalos para empujarlos; ponía a los veinte o treinta militares en perfecta formación de fila de a uno y a los carros detrás como si fueran vehículos blindados: ese desfile por la avenida Agustín Bálsamo hasta la calle Castelar con él en cabeza, cual cabo gastador, era más bien bajo y gordito, saludando y riéndose con sus amistades, los soldados detrás , hasta llevando el paso, extrañados ante los aplausos de los trabajadores de la fábrica de harina Bandrés y de los ciudadanos que iban al cine Delicias o Florida: sólo faltaba la banda de música y ¡ ríete de la antigua parada militar del 18 de julio !...
Bueno, que líneas arriba dije que fui a buscarte; te encontré en la azotea,  te había dado por la pintura y estabas intentando plasmar en el lienzo las calles que tenías a tus pies: que si las proporciones, que mira lo conseguido del color, observa la perfección de las sombras..., sinceramente, Pepe, no te veía mucho futuro como pintor y, menos mal, que te dio por la escritura; sí señor, buenos ratos aquellos en la Cazuela que acababa de ser inaugurada en el Secano frente al bar Manolo; cuando los acólitos de Baco se habían adueñado de nuestras mentes terminábamos hablando de gnomos, de meigas o de espíritus.
Aquella vez que fuiste a verme al internado de Ronda no la he olvidado y bien sabes tú los dos motivos: el detalle de acordarte de un amigo que estaba allí ``encerrado´´ y el regalo que me llevaste; os lo doy a conocer: dos hermosas postales; no olvidar que eran los años cincuenta, un internado de religiosos, disciplina espartana, todo lo relacionado con el sexo era tabú..., y al amigo Vallecillo no se le ocurre otra cosa que llevarme una postal de Gina Lollobrígida en una escena mítica de la película Trapecio, a sus veintitantos años, con un bañador de lentejuelas y luciendo su escultural y seductora belleza..., ¡¡ para morir !!
La otra postal era más ``motivadora´´: Jayne Mansfield; otra belleza pero más a lo bestia, de figura rotunda; tenía como fondo un contrabajo y las curvas de ella se ceñían armónicamente a la del instrumento musical; llevaba un ceñidísimo traje blanco que realzaba sus encantos: su prominente busto se escapaba a borbotones por el escote... A la semana casi todo el colegio, más de cuatrocientos alumnos, habían visto las postales; el profesorado estaba extrañado del ``ardor místico´´ que flotaba en el ambiente..., hasta que alguien dio el chivatazo; registro al canto y, en el misal, que ocurrencia la mía, encuentran las postales; lo del misal fue pura psicología pues pensé que allí no se les ocurriría registrar. Consecuencias: tres meses de deficiente en conducta, dos meses sin recreo y un mes sin postre. Otra secuela: mi madre, al enterarse, al médico de los nervios.
Te marchaste sin haber visto hecho realidad uno de tus sueños: el monumento al padre Flores pero, tú bien sabes que, donde entra la política, mejor dicho donde entran algunos políticos partidistas y de bajas miras, todo queda emponzoñado. Pero, también sabes que los algecireños de dicha época no necesitamos ninguna demostración para reivindicar y recordar su figura y yo en dos aspectos: como sacerdote y como deportista.
Sé que ahora son otros los que disfrutan de tus elocuentes artículos periodísticos: seguro que escribes en el diario `` El Universo´´ teniendo como máquina de escribir el firmamento y sus teclas son las estrellas.
Pepe, ¡ hala !, números redondos: cien meros; la verdad es que, el año anterior al de la entrevista, ya había terminado en Ronda, ya había mandado, al menos temporalmente, los estudios de ``paseo´´, y ya tenía una dedicación exclusiva: la pesca submarina; pero, hombre, lo mismo pudieron ser noventa y dos que ciento uno... El día de la captura del mero de la foto, coincidimos en el lugar donde se hizo ésta: la sociedad de pesca deportiva El Mero; su sede social se había trasladado del café Bohórquez a la calle Muñoz Cobos, a la espalda de la iglesia de la Palma; las relaciones entre los aficionados a las dos modalidades de pesca habían mejorado: uno de los adornos del local, se ve en parte al fondo de la fotografía, era la pintura de un pescador submarino.Te impresionó el tamaño del pez, a mí también lo había hecho, pues fue el segundo mero de mayor tamaño y peso de mi vida deportiva: hoy me voy a tomar de nuevo la licencia en decir un peso: 32 kg. Creo que ese día comenzaste a pensar en escribir algo sobre el fondo del mar. En otro capítulo os contaré la historia, para mí bastante sabrosa y accidentada, del mero más grande que he capturado. Los dos meros de la segunda foto son del campo de Golf  y la tercera una pesca en el faro de Punta Carnero.

---En el mes de mayo tenéis los nueve primeros Capítulos.
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                                                                                                  Hasta el próximo.                                                                         

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