VIEJO LOBO DE MAR-- CAPÍTULO 12º

                                                                                                                                                                



















                                                                                

          VIEJO LOBO DE MAR
Un día, estando de pesca en la Isla Verde, por cierto  iba solo, escuché el ruido de un motor demasiado cerca; al sacar la cabeza para ver lo que ocurría, vi como un barco se dirigía en mi dirección muy lentamente; primero me sorprendió pues el tráfico marítimo no era muy grande en aquellos años y, a continuación, me preocupé ya que las relaciones entre pescadores de ``arriba´´ y de ``abajo´´ no eran muy cordiales: debemos comprender que en aquel tiempo se nos considerase unos intrusos que invadíamos su ``propiedad´´. Contemplé por vez primera su figura: de pie en la popa, agarrando con su mano derecha el palo del timón, con su mano izquierda haciendo señas, enjuto, muy derecho a pesar de los años, ya os mencioné que pasaba de los setenta, curtido por mil levantes y mil vendavales, bronceado por el sol de incontables estaciones y voz ronca que me decía: no te alarmes que sé quién eres. Me subí las gafas submarinas y me dispuse a escucharle sujetándome a la lancha; extendió su mano en dirección a un arrecife ( el sexto caño ) y me habló: cuando ayer iba pescando al curricán vi meterse, en la piedra que hay en aquel corte de la barra, un mero con más de veinte kilos; me dijo adiós y siguió su navegación. Fue el día en que conocí a Enrique; no os voy a dejar con la duda: acertó plenamente; la piedra, que yo conocía pues por dicho corte se pasaba para ir a los pesqueros de afuera, estaba a unos cinco metros de profundidad; desde la superficie se veía claramente gracias a que, como ya os he dicho con anterioridad, el agua era un cristal; yo estaba pescando en los arrecifes frente a la grúa Titán ( otro día os aclararé que era ) y tenía ya varios peces; pero la curiosidad pudo conmigo y, de regreso, fui a ver si era cierto aquello que afirmó; habréis observado que no soy amigo de dar pesos pero, en su memoria, lo haré por una vez: pasó en cinco kilos la cantidad que manifestó.
Al cabo de unos días, al pasar por la acera del bar Ruiz, alguien me llamó; os diré que dicho establecimiento estaba situado en la calle que va de la plaza de abasto a la Marina; era punto de reunión de un personal variopinto, especialmente pescadores; la persona que llamó mi atención fue Enrique; me preguntó si lo cogí y, al contestarle afirmativamente, su rostro dio una clara muestra de satisfacción; me di cuenta que era distinto y que no guardaba rencillas contra la pesca submarina: ya lo había demostrado días antes; me dijo directamente, sin tapujos, si me gustaría ir a pescar con él; ese día nació una buena amistad y fue el comienzo de ratos inolvidables; a este viejo lobo le gustaba el mar más que el aire que respiraba y, con el tiempo, me di cuenta que lo pasaba ``bomba´´ viéndome pescar. Era una persona totalmente desinteresada: sólo necesitaba gasolina para él, léase vino blanco y nunca aceptó un pescado ni nada de nada; se divertía estando en el mar, creo que con eso era suficiente.
Para que lo conozcáis mejor os contaré algunas anécdotas; el bote lo tenía atracado en la dársena que había frente al edificio de la aduana, justo en la segunda curva que veis en la foto; cuando yo llegaba al amanecer él ya estaba allí con medio motor desmontado; al rato me decía que ya nos podíamos ir, a pesar de que yo observaba piezas sin montar, siempre le sobraba alguna, pero nunca nos dejó  tirado; estando un día en Getares le gasté una broma, os la cuento para que sepáis como era: había arponeado a un ``burro´´, al que dejé blanco de un tiro en la cabeza y, metiéndome debajo del bote empujé al mero hacía el otro lado y salí gritando que se escapaba; era para haber visto a Enrique: a pesar de sus años se tiraba al agua...
Otra vez estábamos en el Tolmo que, por cierto, para llegar tardábamos más de dos horas y, haciendo un día extraordinario, me dice que no le gustaba nada el ``barrunto´´ del tiempo; al momento la bocana del Estrecho se pone negra con una niebla muy espesa; me hizo subirme al bote y sólo nos dio tiempo de refugiarnos en Calafate; de popa a proa no se veía en absoluto; había pasado más de una hora cuando de pronto se levanta, todo agitado, coge una barra de hierro y una lata vacía de gasolina y empieza a dar golpes como un poseso; yo tenía la capucha del traje puesta, y además siempre he sido algo sordo, por lo que no escuché nada; de la niebla surgió una traiña que, alertada por los golpes, había reducido su velocidad; gracias a él no nos embistió y no embarrancó, nosotros estábamos fondeados muy cerca de la costa, y ellos, totalmente desorientados, iban directo hacia ella.
Un lunes fui a su casa para organizar la próxima salida; lo encontré en cama; la familia me comentó que estaba grave pero ¡ qué entereza, qué espíritu, qué moral ! la de ese hombre; me dijo que estaba un poco ``malusquillo´´, palabras textuales suyas, y que el fin de semana saldríamos: ese viernes recibió sepultura. 
                                                                             
                                                                                              Fotos
La primera corresponde a un jornada imborrable en mis recuerdos; estuvimos los dos en la ensenada del Tolmo; era por el mes de julio y la vegetación marina estaba en pleno esplendor cubriéndolo todo; mi método de pesca siempre ha sido al agujero y en mi vida he pescado a la espera: ni creo que ya sea capaz: bueno ya, con mi edad, ni a la espera ni al agujero..., aunque, eso  sí, pienso ir algún día a ``cortarme la coleta´´; le comenté a Enrique que, debido a las algas, la pesca estaba difícil; nadando, sin mucha convicción, vi por encima de los coletos un bando de corballos; estos peces eran abundantísimos y creo que por su nobleza, en una palabra, por lo tonto que son, desaparecieron de las aguas poco profundas: no sé si a partir de los veinte metros quedarán; bajando a por los corballos, trece o catorce metros, veo a varios meros que salían de entre la broza; se quedaban parados, como si estuviesen observándome con curiosidad, con ese mágico abaniqueo de sus aletas pectorales que se asemejaban a la muleta del sin par José Fuentes; el resultado ya lo estáis viendo a bordo; junto a la panza del mero puse la aleta para, ya lo sabéis, hacer comparaciones: parece de juguete...
No me perdonaré nunca el desaguisado que hice al tirar la foto: allá en la popa, con el palo del timón en la mano, estaba el viejo lobo de mar y yo, por puro egoísmo de que se viera la pesquera, fui y lo dejé sin cabeza: no lo hice intencionado pero ahí está el resultado.
La segunda foto corresponde a una pesca, también con Enrique, de Getares, Aguadilla y Timoncillo; observar la escopeta: mosquetón, cuerda, arpón..., todo muy ``delicado´´ para facilitar el deslizamiento en el agua...
He puesto en esta página la tercera foto porque, la cabeza que se ve en el agua, es la de un hijo de Enrique y se llama igual que el viejo lobo; lo he hecho para que sepáis que he pescado con tres generaciones distintas: abuelo, hijo y un nieto, también pescador submarino y que se llama Antonio Rico.
La cuarta es todo un poema: tal era el cariño que le profesaba al jersey militar que me lo ponía encima del traje; era para evitar que lo rompiese al rozarlo contra las piedras; no me daba cuenta que, al empaparse de agua, la resistencia que oponía al bajar sería tremenda; ésta y la siguiente, que ya habéis visto antes, las hizo Enrique demostrando que era mejor fotógrafo que yo.
La foto de la dársena es para la añoranza: dejo a vuestra inventiva todos los razonamientos que os apetezcan.

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                                                                                        Hasta el próximo.

2 comentarios:

Juan Manuel

28 de julio de 2013, 9:50
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1

dijo...

Hola,Dirame Mouhsine:en primer lugar te diré que no me molestas en absoluto;sé, por referencias, el ``paraiso´´
de pesca que era,hace años,toda la costa de Marruecos.
Ha sucedido igual que aquí: poco a poco han ido desapare-
ciendo multitud de especies de peces que vivían cerca de la costa...
Respecto a la pregunta que me haces sobre los mosquetones
para la práctica del ``surfcasting´´ te diré que yo nunca
he practicado dicho deporte por lo que no te puedo infor-
mar. En el caso de tener noticias te lo diría; lo mío es la pesca submarina.
Un saludo de Juan Manuel.

AquilesTron

5 de noviembre de 2017, 1:45
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1

dijo...

Hola Juan Manuel soy un pescasub venezolano... viendo pues tus relatos me tienes pegado al portátil.

Qye hermosas anecdotas que me hacen soñar, imaginar, pescar contigo, llorsr cuado murió el viejito que estaba malusquillo, reírme con tus ocurrencias de chaval... dios te bendiga Juan. Ojalá supiese tu teléfono para llamarte y cuadrar amboa para tener el HONOR de conocerte...

Dejame tu número yo te llamo. Un fuerte abrazo!

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